Durante su apogeo, este sitio arqueológico abarcaba unas 52 hectáreas, extendiéndose más allá de la zona actualmente abierta al público, lo que lo convierte en el complejo más relevante del oriente michoacano. Además, es el único sitio en esta región gestionado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que está abierto a los visitantes. Su ubicación geográfica jugó un papel crucial en la Mesoamérica precolombina, siendo un punto estratégico en la región.