A solo 30 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, Tlacolula de Matamoros es uno de los pueblos más vibrantes y auténticos de los Valles Centrales. Su herencia zapoteca se mezcla con la historia colonial y una vitalidad comunitaria que se manifiesta cada domingo, cuando cobra vida uno de los tianguis más antiguos de Mesoamérica.

El mercado dominical de Tlacolula es una experiencia que ningún visitante debería perderse. Productores locales, artesanos y cocineras tradicionales se dan cita desde temprana hora para ofrecer desde frutas y verduras hasta mezcal, textiles, barro negro y comida típica. Aquí se puede degustar el famoso chocolate de agua, el pan de yema y las tradicionales tlayudas hechas al momento en comales de barro.

Otro punto imperdible es el Templo de Santa María de la Asunción, joya del barroco oaxaqueño con su extraordinaria capilla del Santo Cristo, decorada con una profusa ornamentación de oro. Es un sitio de gran fervor, tanto para los habitantes de la región como para visitantes nacionales y extranjeros.

Tlacolula también forma parte de la Ruta del Mezcal, ya que en sus alrededores se encuentran varios palenques tradicionales donde se puede conocer el proceso artesanal de destilación del agave, desde la jima hasta la cata. Esta bebida milenaria forma parte esencial de la identidad cultural de la región.

Quienes buscan una experiencia más profunda pueden visitar comunidades cercanas como San Marcos Tlapazola, donde las mujeres alfareras conservan técnicas ancestrales del barro rojo.

Tlacolula de Matamoros es mucho más que un pueblo con historia: es un espacio donde la tradición se vive día a día, entre aromas, colores y saberes que han perdurado por generaciones.